Ya sé como olerá mi casa: Olerá a jazmín.
Bueno, al menos eso espero, que huela a jazmín, pero lo más importante es que a través de ese olor he visualizado mi casa: hasta he podido ver dónde iba a colocar los frasquitos con los palitos de perfume...
Tan sólo cerrando los ojos e inspirando profundamente.
Me encanta esa sensación.
La verdad es que me costaría mucho entender la vida sin olores o sin tacto: son dos sentidos muy importantes para mí.
El olor de la tierra mojada tras la lluvia, la humedad de los rebollones, el olor de la Madreselva y los Dondiegos subiendo por la ventana, el Tomillo del campo, el jabón Heno de Pravia en los cajones...
Es tan fuerte esta sensación en mi, que recuerdo momentos en los que incluso un olor, puede hacer que me sienta mal durante mucho rato: el olor de la cocción de las alubias, el de emperador a la plancha, llevar encima una colonia que no es la mía...
Comentaban en la radio la semana pasada, que era muy difícil que comidas que nos preparaban nuestros abuelos o madres en la infancia o en otros momentos, nos supieran igual en muchos casos, porque el 50% de su resultado venía del recuerdo del aroma y la situación que acompañaba la preparación. Y al faltar la persona que tan maravillosamente lo preparaba y nos hacía experimentar esos olores y sensaciones perdíamos parte de ese recuerdo olfativo necesario para poder asimilarlo a nuestro recuerdo. (De ahí que nunca pueda volver a saborear algo tan delicioso como las migas de mi abuelo o el arroz con pollo o las croquetas de mi abuela).
Humm ¡¡¡qué buenos los olores!!!
¡¡Me encanta!! ¡¡Ya lo llevo en el coche!!
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